viernes, 13 de noviembre de 2009

La fortuna de tu vida

Vivimos presionados por el material corrosivo del que se compone una parte de nuestras vidas. Rodeado de aquello que no tenemos, ensuciamos vagamente los cristales de los vecinos, empañamos con nuestro afán egoísta, el escaparate de aquél que posee otro camino.

La codicia quebranta nuestro lado mas humano, ha contaminado nuestras almas de la manera mas insospechable posible. Vivimos henchidos de satisfacción superficial, nos contentamos con lo que tenemos porque es lo que hay, lo que toca, y sólo vemos nuestra felicidad más plena en el materialismo que envuelve a los demás. Por eso deseamos todo lo que los demás tiene.
Hay personas que buscan una fortuna inmediata, caminan consternados por sueños de películas, donde de la manera mas frenética, aparece un tesoro que cambia vidas por completo, para ser alguien que nunca serán y que nunca están destinados a ser.

Yo pienso que la fortuna de las personas se halla en lo cercano, en lo cotidiano, en lo predecible del alma, en el camino continuo hacia el bien y en el ser siempre fiel a lo que eternamente se ha sido.

La fortuna nos acaricia prematuramente, pero seguimos encaprichados en los lujos insultantes de los demás.

No existe fortuna ni tesoro más grande, que aquél pequeño detalle que descubrimos en el batir de los días, y que nos hacen esbozar una tímida sonrisa de aliento y felicidad. La fortuna de nuestro camino, nuestro tesoro más humano, se halla, hayá donde esté nuestro corazón más puro y desnudo posible.

domingo, 1 de noviembre de 2009

El calor de una persona

Solitarios, seres inhóspitos, que caminan vagamente entre el tumulto del amor. Paso desapercibido, preso en esta constelación de miradas asesinas, que me señalan, y alejan de mí, cualquier tipo de esperanza. Solo camino, y solo poseo un solo destino, me cuelo entre el espacio de las manos que se unen, en el universo de la miradas que brillan, me escondo en el lenguaje arcaico que solo el amor entiende, soy ese palpito frenético preocupado por la terquedad de lo que envuelve. No existe en mí, esa esencia que une vidas, que desplaza cualquier apatía incesante sobre el despertar de sus ojos. Y no es porque no pretenda caminar hacia tal destino, sino que hay puertas que mejor no descubrir.
Hoy siento esa sensación de cosquilleo soñador, de pasar entre la alameda de bancos rojos, con la mirada perdida en el tiempo, con el aliento imaginario de poder volver a verte, de sentir tu tranquilidad abrazarme dócilmente. De querer cambiar el mundo con tan solo tu proclamarlo sobre mis oídos. Quiero volver a latir, a sentir tu paciencia sobre mi vida, a darte aquello que no dí jamás, a querer ser el espejo de tus metas, a simplemente abrazarte y dibujar sobre tu piel, de manera sutil, el universo de unos ojos.
Hoy, he vuelto a vestirme con la ignorancia de los 14 años, he vuelto a sentir, ha suspirar, a creer en alguien, a pensar que la vida es una sucesión de batallas con una sola inspiración. He dejado de ser un solitario transeúnte por la alameda, y sin saber muy bien como y porqué, salí de ella, para caminar por los verdes prados, para ver si te encontraba, para ver si veía en el cielo azul, alguna señal que probara de manera plena, la cadena de la que me deshacía. Por momentos he dejado de ser un profano híbrido débil y cobarde.
He dejado de existir por pequeños retazos de vida, y por eso he vuelto a sentir, ojalá que tus ojos guien el camino para poder vivir más allá de mí.