miércoles, 28 de diciembre de 2011

Ley de Murphy

Quien me iba a decir a mí, que un 28 de diciembre de 2011, aún seguiría desafiando y cuestionando la mismísima ley de Murhpy, poniéndola plenamente en duda y tambaleando los cimientos de tantas miles de personas que han denotado sus experiencias en la misma.
La ley de Murphy, la gran ley de Murphy, ¡guau!, saboreo al pronunciarla un síntoma tajante, sin elección e inamovible. Pero, que es la ley de Murphy???? La hemos creado para dar una salida a la proyección de aquellos actos que, involuntariamente, oponen nuestro quehacer por alguna extraña razón ??? Es una mera manera de inculpar al destino cuando las cosas no salen como se esperan??? Somos tan ciegos, tan ignorantes, que sentimos la fe ficticia, de una ley que no tiene pies ni cabeza, y que lo único que pretende, es alimentar el espíritu defensivo de las personas, desconfiando audazmente de todo lo que no haga uno mismo... "Te lo dije", "lo sabía","es la ley de Murphy...si puede ocurrir, ocurrirá". Y miles de frases defensivas, que no trasmiten más que insolidaridad, incredulidad, autoprotección...
Hoy pongo sobre la cuerda floja la ley de Murphy, sí, yo, un simple humano, que pretende desafiar a las leyes inhóspitas que pretender derrocar lo hermoso de la fe, del "todo saldrá bien", y de creer no sólo en uno mismo, sino en las posibilidades de los demás.

Ley de Murphy O Balú 1

martes, 27 de diciembre de 2011

Microfilmes

...anoche fotografié tu cuerpo cientos de veces mientras aparentemente dormías. Tímidamente, entre el permanente ruido de los disparos de mi canon, pude verte esbozar una leve sonrisa. Te dejabas penetrar por el diafragma de mis ojos deseosos, taladrando tu alma desnuda con estas manos temblorosas.

domingo, 25 de diciembre de 2011

HEART EOS

Cómo es complicado a veces describir emociones... quiero compartir con vosotros 3 fotos que podrían acercarse un poco al resumen de mis inquietudes emocionales.










jueves, 8 de diciembre de 2011

Paseos victoriosos

"Cuentan las malas lenguas, que el humano, se ha vuelto tosco en su día a día, que la epidermis de su esencia carece de verosimilitud emocional, que no hay fraternidad entre las personas, que cada cuál tira de su cruz sin importar por donde camine...con quien camine.
Cuentan las malas lenguas, que se ha perdido el roce social de la vecindad, que con la mirada pérdida, niegan rotundamente el saludo, que el ritmo superfluo encarcela la simpatía y que ya no existe el susurro afable en los intramuros.
Incluso, se proclama a viva voz, la pérdida al respeto por lo sagrado, por los valores que construyeron nuestros antepasados, que la osadía del humano atraviesa los diques de la humildad y la sencillez, y que esto sólo es el comienzo, de la arrogante sociedad que estamos construyendo, evadida en el derroche solitario y en el ansia de la voracidad"


Es extraño, embarazoso me atrevería incluso, inaudible hasta para los más escépticos viajeros.
Una tranquilizadora sonrisa, dibujada en el aroma de las calles de Córdoba, delata mi bienestar. Encadenados mis oídos en el eco profano, de quienes desvirtúan y alejan el estupor hermoso ante las cosas sencillas de la vida. Pero, yo, hoy, sigo aquí, bajo este inmenso nogal de emociones, devoto espectador del gentío que viene y va, errantes en una insignificante urbe frenética...apacible.

Tras días encarcelado en mi cuchitril de soltero, Cristina, la fisioterapeuta de hombros caídos y manos temblorosas que trata y acaricia mi ligamento, me encomienda la tarea de salir al mundo, de atravesar las barreras de la inmovilidad, me libera por momentos del aire del hogar, para sentir el golpeo incesante de los rayos del sol en mi pálido rostro. He de salir a caminar durante 30 minutos al día, me comunica susurrando , trasmitiendo con la mirada, tranquilidad y seguridad, al igual que paciencia en cada paso, no hay prisa.
Como un niño chico con zapatos nuevos, igual se encontraba mi vida ese martes, al intentar darle 30 minutos de normalidad social tras las dos semanas de encierro familiar que estábamos manteniendo.
Hacía un día expléndido, mi barrio, un barrio humilde, trabajador y comercial, me daba la bienvenida de nuevo a sus calles, tras pasar el umbral de la inmensa puerta de mi morada. Con lento caminar, me dispuse a saborear el rostro de la gente, apreciando los detalles mas minuciosos, deteniendo el tiempo en cada escena, ralentizando la expresividad afable de los ciudadanos. Veía por todos lados, cariño, fraternidad, amabilidad, solidaridad, gasto vital y superfluo, sonrisas, alegrías, encuentros, conversaciones, abrazos, saludos, besos, necesidad, cigarros, cafés... Un sinfín de actitudes que, sinceramente, hicieron sentirme bien, volviendo a esculpir, la sonrisa inocua del bienestar, de la admiración humana y de la convicción plena.

Y aquí sigo, bajo este nogal de emociones, que incitan caminar bajo la sospecha de las malas lenguas, que no ven mas mundo herido, que el que está en su interior.


"Cuándo la razón se divorcia del corazón te convido para el Temblor”

martes, 6 de diciembre de 2011

Un dechado de santidad.

En esta incontinencia emocional, sucede que a veces, me vuelvo a enamorar de las personas, me cautivan y hacen que, humildemente, me asome a la huella intachable que van formando en el batir de los días. Hoy, recupero del baúl, un escrito muy importante, que siempre viene bien al caso recordarlo, para seguir continuando fiel a lo que somos...a lo que sentimos.

Cuenta el poeta dramaturgo alemán Bertolt Brecht, que los hombres que luchan toda la vida, son los imprescindibles. Permítanme hoy, que en este minucioso espacio polar, les hable de un Hombre, de esos que hay pocos en la vida, y de esos que al recordarlos, una sonrisa cómplice inunda nuestra expresión. ÉL, es un hombre grande, desgastado por el tiempo, pero lleno de vida en sus palabras, sabio en sus movimientos, y afable en su cercanía. Les hablo de una persona sencilla en su caminar, humilde en su mirada, y sutil en el trato con los demás. Pretende cuidar los detalles mas insignificantes, para ganarse el corazón de todo lo que le rodea, es un ejemplo de vida desapercibida, un hombre eficaz en su anonimato. Se basta de su parroquia, de sus pájaros, de sus paseos. Llama a las personas por su nombre, y las acaricia con su desnuda esencia modesta. Su paso es lento, saboreando cada pisada, como si fuera la última, apreciando el valor de la vida que se le ha otorgado, una vida, dedicada a los demás, y a todo aquél que busque en él una palabra alentadora, un ejemplo de vida serena y paciente, una huella tímida, que no pretende tapar, sino hacer brillar, en este mundo ardoroso, hasta el mas minucioso detalle, con su sencillez salesiana.


A mi buen amigo D. Ventura.