lunes, 7 de junio de 2010

Confesiones de un trovador suicida

He de confesar que me calma escuchar el bramido de las olas pereciendo en su frontera arenosa. He de confesar que me encantan caminar entre la gente sin hacer ruido, esquivando sus vidas, y rozando la mirada. He de confesar que me encanta la soledad, cuando no hay problemas en los que pensar. Confieso, que admiro a muchas personas que pasan por mi vida con honestidad desapercibida. Te confieso, una vez más, que nunca he dejado de ser el que soy.

He de confesar tantas cosas, pero hoy, con el golpeo débil del aire que envuelve a Córdoba, sólo me atrevo a confesar una sola, y es que, sueño con ese paseo que dimos por el puerto, para desembocar sentados junto a esa simple barandilla con vistas al mar, un faro intacto, enviandonos mensajes fugazes que no hacían apartar la mirada de ti. Lo confieso, te confieso, lo asumo, sí, fuí yo, en un papel rosa, tras aquella caja, era mi letra, no la mejor, pero si la de aquel momento frenetico, mientras tú, te envolvías en un aroma púrpura, que minutos después me envolvería en un sueño inquieto. Lo sé, es imparable, ¿que puedo hacer? las cosas a veces, son como son, ni mejor ni peor, no cambiaría nada, nada puede perder su magia, ni un chicle en la cabeza, ni un anochecer cerca de tí... lo confieso de nuevo, por momentos, estóy perdido, evadido en un mar de dudas, cobarde, sin quererlo admitir, sin apenas pensarlo, sin apenas vivirlo, como dije, no puede ser bueno, porque sería demasiado bueno, y no me conformaría con algo mediocre, y es que, no sé que tipo de encanto se adueña de tí, y que es un imán, al que estoy atrapado, que me da miedo pensarlo, que no quiero escribirlo, que no quiero ni sentirlo. Por lo que pueda pasar, por el desgarro agotador que eso pudiera suponer, pero confieso, una vez más, si me lo permitís, que merece la pena, pero has de ayudarme, has de contemplarme, y ahora más que nunca, has de esperarme.

No me lo preguntes, ya me conoces, no lo controlo, lleva mucho tiempo dormido, y ahora derepente, sin apenas esperarlo y mucho menos merecerlo, tuvo que desnudarse como en antaño, sí, ya no somo niños, ahora, hay que saber elegir, pero, esta vez, no quiero elegir, quiero saborear cada momento, volver a ser niño, y apostar por esa ilusión que sembramos, y en la que tanto tú y yo hemos creido.

Mientras tanto, seguiré soñando, de manera explícita, que siempre acabamos llegando a donde nos esperan.

2 comentarios:

Ana Lógica dijo...

Me quedaría con el primer párrafo tatuado en la piel...
¡¡¡


E S P E C T A C U L A R..


y de airecito nada, que seguro que os estáis achicharrando, jeje.

Un besote artista!

jcarloscrz dijo...

Grande