A veces, en la hora más solitaria y fría del día, cuando acudo angustiado a mi alcoba, poso mi alma sobre el duro colchon de la cama, respiro, y de manera asidua, nace un suspiro que evade de mi alma una luz nostalgica, capaz de iluminar cualquier punto recóndito de esta inmensa vega.
Con mis manos temblorosas, froto fuertemente mis ojos, y acaricio lentamento mis mejilllas, intentado crear una solución intachable a tanta injusticia desesperada que me envuelve y se adueña de mi.
Es en ese preciso momento, cuando recuerdo, que no estoy absuelto de problemas, de inquietudes y de incertidumbre. Es justo en ese mismo instante, cuando te recuerdo, cuando te observo, incluso cuando te siento. Saco lentamente mi cartera, y busco pausadamente tu foto, estás hermosa en ella, como tantas otras muchas veces cuando me mirabas fijamente, en busca de soluciones que ni yo mismo poseía. De la locura, siento tu respiración timida en la yema de mis dedos, te huelo, te sueño, y en una abrir y cerrar de ojos, la vida cobra sentido al sentir tu esencia tan cerca de mí. Pero, siempre acabo mirando a la derecha, con la mirada perdida, entre el hueco de la mesa, es allí donde entiendo que te fuiste, o que me fuí, o que nos fuimos, aunque nunca desee espantar mi alma de ti. De nuevo recuerdo los problemas de todos los que caminan a mi lado, y despidiéndome con la mirada, te mando un beso visible, un beso que habla de amor, amor silencioso, amor soñado... amor añorado.
Pero el camino ha de seguir...
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