jueves, 8 de diciembre de 2011

Paseos victoriosos

"Cuentan las malas lenguas, que el humano, se ha vuelto tosco en su día a día, que la epidermis de su esencia carece de verosimilitud emocional, que no hay fraternidad entre las personas, que cada cuál tira de su cruz sin importar por donde camine...con quien camine.
Cuentan las malas lenguas, que se ha perdido el roce social de la vecindad, que con la mirada pérdida, niegan rotundamente el saludo, que el ritmo superfluo encarcela la simpatía y que ya no existe el susurro afable en los intramuros.
Incluso, se proclama a viva voz, la pérdida al respeto por lo sagrado, por los valores que construyeron nuestros antepasados, que la osadía del humano atraviesa los diques de la humildad y la sencillez, y que esto sólo es el comienzo, de la arrogante sociedad que estamos construyendo, evadida en el derroche solitario y en el ansia de la voracidad"


Es extraño, embarazoso me atrevería incluso, inaudible hasta para los más escépticos viajeros.
Una tranquilizadora sonrisa, dibujada en el aroma de las calles de Córdoba, delata mi bienestar. Encadenados mis oídos en el eco profano, de quienes desvirtúan y alejan el estupor hermoso ante las cosas sencillas de la vida. Pero, yo, hoy, sigo aquí, bajo este inmenso nogal de emociones, devoto espectador del gentío que viene y va, errantes en una insignificante urbe frenética...apacible.

Tras días encarcelado en mi cuchitril de soltero, Cristina, la fisioterapeuta de hombros caídos y manos temblorosas que trata y acaricia mi ligamento, me encomienda la tarea de salir al mundo, de atravesar las barreras de la inmovilidad, me libera por momentos del aire del hogar, para sentir el golpeo incesante de los rayos del sol en mi pálido rostro. He de salir a caminar durante 30 minutos al día, me comunica susurrando , trasmitiendo con la mirada, tranquilidad y seguridad, al igual que paciencia en cada paso, no hay prisa.
Como un niño chico con zapatos nuevos, igual se encontraba mi vida ese martes, al intentar darle 30 minutos de normalidad social tras las dos semanas de encierro familiar que estábamos manteniendo.
Hacía un día expléndido, mi barrio, un barrio humilde, trabajador y comercial, me daba la bienvenida de nuevo a sus calles, tras pasar el umbral de la inmensa puerta de mi morada. Con lento caminar, me dispuse a saborear el rostro de la gente, apreciando los detalles mas minuciosos, deteniendo el tiempo en cada escena, ralentizando la expresividad afable de los ciudadanos. Veía por todos lados, cariño, fraternidad, amabilidad, solidaridad, gasto vital y superfluo, sonrisas, alegrías, encuentros, conversaciones, abrazos, saludos, besos, necesidad, cigarros, cafés... Un sinfín de actitudes que, sinceramente, hicieron sentirme bien, volviendo a esculpir, la sonrisa inocua del bienestar, de la admiración humana y de la convicción plena.

Y aquí sigo, bajo este nogal de emociones, que incitan caminar bajo la sospecha de las malas lenguas, que no ven mas mundo herido, que el que está en su interior.


"Cuándo la razón se divorcia del corazón te convido para el Temblor”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bien acabado asi esta mucho meor...y le da otra manera de sentirlo...un besote

BEArt dijo...

Vaya Rafa, no sabía que lo de tu pierna había sido tan grave, espero que estés mejor y te animo a seguir mejorando poco a poco. Con tus palabras me identifico la mayoría de las veces, me haces recordar mis propias sensaciones, jajaja. Un beso, espero que hayas pasado una Feliz Navidad.