miércoles, 1 de abril de 2009

El pasado solo existe si el presente lo recuerda

Lo que hemos dejado atrás, atrás ya pereció. Sólo queda el recuerdo vago de aquello que nos invadió, la sombra de la sombra de lo que un día fue. Lentamente murió, como la sonrisa gélida y turbia cuando le inunda la tristeza y poco a poco se va esfumando. El sabio tiempo, por alguna razón intenta derrotar el sabor del recuerdo, y la nostalgia errante consigue trasformar ese recuerdo en suspiros de resurreción. Quizás será que aquella sonrisa con la que soñaste nunca llegó a morir. Será que el tiempo no combatió lo suficiente como para poder tumbar tantas noches de sueños plácidos e inquietantes, o quizás será que cuando algo anida en tu interior, jamás nada en este camino conseguirá separarlo de ti. Hoy sientes como alguien te robó aquella mirada, como sus ojos te envolvían en un mundo paralizado girando a tu alrededor, llenando tu vida de un elipsir de sabor eterno; aun recuerdas sus ojos pasando sobre ti, mirandoos fijamente, hablando un lenguaje que va más allá de las palabras, y estudiando sensaciones que van más alla de la razón. Tú leias su piel morena sin apenas apreciarlo desde que el sol nacía y surcaba el eterno cielo azul hasta que la luna huía, noche y día combatiendo contra el platónico mundo en el que tu te embargabas. Pero, el tiempo no consiguió arrebatarte tu soledad, tu incertudimbre, tu ilusión, y sé que aun muchas noches sueñas con aquellos grandes ojos, que aun meredean en tu interior. Con aquel caminar de pisada corta y sencilla, tu intentabas seguirla clandestinamente en numerosas ocasiones, pero desaparecía, estaba mucho más lejos que tú, a veces incluso la veías volar o caminar sobre playas inexistentes, pero tu no podías seguirla, barreras infranqueables te separaban de ella. Y poco a poco algo delimitó tu sueño, quedaste encerrado en él, lleno de vacío, esclavo de tus exhalaciones trágicas. Algo rompió tu tiempo, y quedaste encerrado en el pasado. Pero la vida no se detiene, y seguiste caminando sin un lugar al que acudir, y un día sin darte cuenta de cómo y porque, tu alma errante vió una luz a lo lejos, eran los ecos del pasado cobrando vida, caminaban revueltos, y perseguían una silueta hermosa, la silueta que permaneció imborrable en la memoria del tiempo y allí estaba su piel morena y sus ojos esmeralda, mirando lentamente tu pobre, desgastado y vacío cuerpo, su sonrisa te saludó, y de nuevo el pasado cobró vida, lo que alguien te había robado, lo que habías dejado escapar, había vuelto por voluntad propia, para poder caminar absurdamente tras un sueño al que perseguir.

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