Con el paso de los años fui entendiendo la utilidad de aquel hierro aparatoso que se escondía bajo el asiento de papá y que enlazaba su fiel amor al volante, cual marido y esposa.
Era el bloqueo, esa era la palabra que casé con el espanta ladrones púrpura. Era un sistema que impedía la movilidad del volante, y acrecentaba la dificultad, por no decir la imposibilidad, del secuestro del vehículo.
A veces, los humanos, parecemos poseer ese bloqueador hierro púrpura perforando visceralmente todo nuestro cuerpo. Un cerrojo, que nos priva de actuar, de sentir y de acariciar aquello que queremos. Bloqueados por el miedo, permanecemos en la quietud apacible, contemplando fielmente nuestros deseos, pero sin esperanza de alcanzarlos, por temor incluso a conseguirlos.
Hoy, más que nunca, es el momento idóneo para desprendernos de este bloqueo incesante, es hora de salir, de sentir y actuar, no permitas que nada ni nadie te diga que no puedes hacer algo. No dejes que te invada la sensación devoradora de poder haber hecho algo y haber permanecido cruzado de brazos, hazlo hoy, ahora, en este preciso instante, sin miedo, con valor y entusiasmo.
Despójate de la cadenas que te condenan.
"Osos de cuero y alpargatas
Canastos de mimbre, diademas de borla,
Que no hay nada más..."
1 comentarios:
Q no hay nada mas mientras nuestros labios se quieran besar.......he disfrutado leido..don rafa..
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