sábado, 21 de enero de 2012

Una copa más

Aquí no pasa el tiempo, no existen moléculas suicidas de la clepsidra, todo se esfumó, consumiendo aquel cigarro al que declarabas tu amor, acariciando la espectacular figura femenina de humo que se abría paso ebrio entre la multitud, y allí, al final de la barra, donde el remanso de paz no era invadido por la luz deslumbrante del antro, se disponía tu alma, sobre un taburete negro desgastado por los traseros solitarios que acudían allí para camuflar la pesadumbre de sus ilusiones. Con un juego de sombras, que invade la gran parte de tu cuerpo, pides otro vaso de whisky, y ya van seis, sin remedio, sin pudor, ni reparo, cigarro tras cigarro, el foco del fondo bailando al son de los hielos que intentan escalar la ancha copa, no pasa el tiempo, la noche es eterna, el humo no tiene fin, el alcohol vertiginosamente recorre tu cuerpo, y tu sigues rellenando, como si la vida te fuera en ello. Una canción de fito anuncia el cierre del bar, las luces que al encenderse dañan tus ojos de libertino amorosamente infiel, marcan el camino de vuelta a la cloaca que has creado, a la realidad tenebrosa que te envuelve, que te acaricia... que te ama.


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