jueves, 5 de enero de 2012

Gafas de sol para días de lluvia.

...Desde la puerta del ascensor, se podía divisar el guiso de su madre entre los miles de olores sabrosos de la vecindad. Con el alma cabizbaja y tras un suspiro de intentar dejar los problemas no más allá de la puerta de su morada, se dispuso a penetrar en casa con una sonrisa ficticia, que no camuflaba el desgarro de sus entrañas.

¡Arroz! ¡ Del que a ti te gusta! - Vociferó su madre desde la cocina.

Pero ni eso despertó el apetito del jóven, que sólo pensaba en alimentar la solución de su problema. No probó bocado. Su madre lógicamente, se percató de que algo no andaba del todo bien, pero no quiso invadir su soledad, dejó a su hijo con la mirada pérdida, removiendo los granos de arroz, como si buscara algo tras ellos... a alguien.
De repente, se levantó y corrió hasta la otra punta de la casa, se encerró en el cuarto de baño de sus padres, apoyó su espalda contra la bañera, y comenzó a llorar con todo su corazón. Al otro lado de la puerta, la respiración de su madre, que sentía como a su pequeño le habían robado su tesoro mas preciado, el corazón. Pero dejó que el curso de la vida asentara cátedra, y lo dejó allí sollozando, suspirando, cosiendo sus propias emociones, haciéndose tenaz y sensato, cultivando su fortaleza, para poder levantarse vertiginosamente tras las caídas. En aquél preciso instante, una llamada de teléfono, calmó su agonía, era ella, con su delgada voz y su dulzura juvenil. Parecía como si las lágrimas del jóven, hubieran estado ahogando a su amada a pesar de la distancia, como si aquellos lamentos, hubieron perforado los oídos de ella, y la falta de apetito del muchacho, se hubiera tragado el orgullo de "la ladrona".
Y allí, en aquél tenebroso escenario, decidieron, tras encauzar sus palabras sin miedo, afrontar los nuevos caminos que aún les estaban por llegar.

Pero la vida a veces golpea incansablemente, con los susurros del pasado, queriendo recordar lo que un día vivimos, acariciándonos, evocando la fuerza que un día sacamos para seguir caminando afablemente por este periplo.

Y siete años mas tarde, con aquella misma sabrosa comida, en aquél mismo escenario y con los mismo ojos envueltos en lágrimas, seguimos sintiendo, que nos roban el alma.


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